
Esteponatours
nos acompañó en todo el trayecto ejerciendo de guías desde la recepción a media
mañana hasta el final del viaje en Casares. El trayecto por el casco urbano nos
presentó una Estepona desconocida para muchos que, acompañada de informaciones
sobre su historia, completó un mayor conocimiento de la ciudad. Sus calles y
plazas típicas andaluzas, adornadas de macetas y flores, reluciente color
blanco de sus casas con matices azulados en algunos casos y su zona peatonal, tiene
gran encanto. Pasamos por el castillo de San Luis, las plazas de las Flores,
del Reloj, los Begines, San Francisco, con la iglesia de los Remedios, etc. Una
rápida visita al museo arqueológico y dedicación de un ahora a visitar el Orquidario,
que tan apasionadamente nos mostró su director.
Ciertamente
no es el mejor momento para ver orquídeas florecidas, pero encontramos algunas
de gran belleza y singularidad. La visita fue enriquecida por las amplias
explicaciones que, desde la pasión de un gran botánico, se pueden ofrecer a un
colectivo poco conocedor de la materia. Su colorido, morfología, olor, etc. las
hace una especie singularmente amplia y bella. Tal vez valga la pena volver en
otro momento, dentro de un mes o algo más, para poder disfrutar de su floración
marcada por su tan afamada belleza.
Es
de destacar, también los murales que embellecen las fachadas de los viejos
edificios, de una simpleza arquitectónica propia de las viviendas sociales del
viejo régimen; fachadas lisas, con ventanas, sin mayor ornamentación, a las que
los murales pintados sobre ellas le han dotado de una presencia más digna. Motivos
como buganvillas, o la espectacular imagen del pescador, el mar y su pez
ensartado en el anzuelo, que abarca varios edificios y se ha de buscar el punto
idóneo para observar toda la perspectiva, son espectaculares. Sin olvidar la imagen de la
niña regando el árbol.
La
visita a los Dólmenes
de Corominas, en las afueras de la ciudad, nos permitió
conocer los restos encontrados durante la ejecución de la autopista de la Costa
del Sol a su paso por esa zona. De hecho es una recreación del lugar originario,
desde donde se trasladaron los referidos restos dolménicos (necrópolis),
tumbas, ajuar funerario y utensilios de caza y adornos que se descubrieron. Para
preservarlos y mostrarlos al público se construyó una bóveda protectora y se
recrearon los túmulos mortuorios de tan interesante necrópolis, exponiendo los
enseres en vitrinas en su paso periférico.
Tras
la comida nos dirigimos a Casares, que, como ya es sabido, tiene espectaculares
vistas dando realce a sus casas blancas y bien cuidadas, sus plazas y calles
típicas. Ya sabemos que es la cuna de Blas Infante, en cuya casa, tras largas
gestiones, se consiguió establecer un pequeño museo donde se proyecta un documental
sobre su historia y obra. Casares tiene, además, los restos de un interesante castillo
que fue fortificación importante avalado por su propia ubicación, desde donde
se otea toda una serie de panorámicas con vistas al mar y a los montes africanos
en los días de nitidez. Pasear por sus empinadas calles y gozar de sus vistas
es algo que no debe perderse el visitante, amén de sus embutidos y otros
manjares típicos de la localidad. Su ubicación hace de él un balcón al sur,
desde la falda de la montaña, fusionando el monte y el mar en una perspectiva
panorámica inigualable, lo que le hace ser considerado uno de los pueblos más
bonitos de España. Blanco esplendor anclado a la montaña entre bosques de
pinares y el vuelo, surcando los cielos, de los buitres leonados, permiten
pasar del mar y la playa a la montaña en un mágico momento que no deja de ir
sorprendiéndote a través de la tortuosa carreta que conecta Estepona y esta villa
de Casares.
Nuestra
próxima visita será a Carmona, otra villa cargada de historia y belleza que
promete ser interesante. Pero eso lo dejamos para el próximo 29 de marzo.
Reportaje fotográfico:



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