domingo, 30 de abril de 2023

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ o LA PASIÓN POR EL CONOCIMIENTO

 

 

A continuación se transcribe la conferencia de Dª Antonia Pascual Carnicero, pronunciada en fecha 30 de marzo de 2023, dentro de nuestro ciclo de conferencias.

La ponente es licenciada en Filología Hispánica (Universidad de Zaragoza), Filología Italiana (Universidad de Santiago de Compostela) y graduada en Historia del Arte (UMA). He dedicado su vida laboral a la enseñanza de la lengua y la literatura.

===================

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ o LA PASIÓN POR EL CONOCIMIENTO

 Antonia PASCUAL CARNICERO

  

Conocida como la décima musa o la Fénix de México, Sor Juana Inés de la Cruz, es una de las figuras más asombrosas y más complejas del siglo XVII. No solo es el escritor más importante de toda la literatura novohispana, sino también la única mujer polímata en la lengua española. Un polímata no es otra cosa que un erudito, una persona culta que se caracteriza también por un afán irreductible de saber, por una curiosidad inconmensurable. Juana es la polímata del barroco hispano, sobre todo si tenemos en cuenta las múltiples actividades a las que se entregará.

La influencia del barroco español, visible en su producción lírica y dramática, no llegó a oscurecer la profunda originalidad de su obra. Su espíritu inquieto y su afán de saber la llevaron a enfrentarse con los convencionalismos de su tiempo, que no veía con buenos ojos que una mujer manifestara curiosidad intelectual e independencia de pensamiento.

Juana Inés Asbaje y Ramírez era hija natural de un militar español y de una criolla. Nace en 1651 en San Miguel de Nepantla –aunque se baraja también la fecha de 1648- y fallece en1695 en ciudad de México. Mostró desde muy niña un excepcional amor por el estudio, “este natural impulso que Dios puso en mí”. En un texto autobiográfico, la poeta cuenta que su amor por las letras se dio –y así lo dice– “desde que me rayó la primera luz de la razón”, y que, a la edad de tres años, siguiendo a su hermana, tomó lecciones y aprendió a leer. Fue una niña autodidacta, pues la instrucción estaba reservada para los hombres.

 Era tal su pasión por el estudio y el conocimiento que, se abstuvo por ejemplo de comer queso, puesto que había oído decir “que hacía rudos”, es decir, que entontecía a las personas. Según el Padre Calleja, primer biógrafo de Sor Juana, a los ocho años compuso una loa para la fiesta del Santísimo Sacramento en una especie de concurso poético en el que se ofrecía como premio un libro; Sor Juana, emocionada, concursó y ganó. De esa loa está perdida, lo único que se sabe es que probablemente estaba escrita en náhuatl”.

Con catorce años fue dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brilló en la corte virreinal de Nueva España por su erudición, su viva inteligencia y su habilidad versificadora.

Entre los 15 y 16 años de edad, se declaró “negada al matrimonio” y decidió ingresar como novicia, primero en las carmelitas descalzas y definitivamente en las jerónimas, buscando la tranquilidad del convento y un lugar donde se le permitiera estudiar, pues solo de este modo podía ejercer la libertad que buscaba en relación con sus aficiones intelectuales. Además, aquí cumplirá funciones como contadora y archivista. Ella misma señala que tomó la decisión por parecerle que era “lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir”.” Vivir sola... no tener ocupación alguna obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”, escribió. 

En la soledad de su celda se dedicó al estudio, que consideraba como su descanso “en todos los ratos que sobraban a mi obligación... sin más maestro que los mismos libros”. El amor por las letras la llevó a estudiar diversas materias, “sin tener para alguna particular inclinación, sino para todas en general”, siendo su meta el estudio de la Teología; considerando que para llevarlo a cabo era necesario primero “subir por los escalones de las ciencias y artes humanas”.

En la corte tuvo una segunda formación. Ahí aprendió literatura cortesana y se relacionó con grandes intelectuales de la época, como Carlos de Sigüenza y Góngora.

Ella relató que en alguna ocasión para reprenderla por dedicarse más a la vida intelectual que a la devoción, se le prohibió estudiar. Entonces comenzó a hacer deducciones filosóficas y científicas de aspectos de la vida cotidiana. Tal era su propensión al conocimiento.

Toda su vida luchó por el derecho intelectual de las mujeres a estudiar, y lo defendió con reflexiones y acciones políticas, valiéndose de sus relaciones y amigos. Siempre dijo que su capacidad de entendimiento era un don de Dios. ¿Quién podía refutarle a Dios habérselo dado? Nadie podía contravenir eso.

Su pasión por el conocimiento abarca no solo la literatura sino también la ciencia y los avances e inventos de la época, los clásicos griegos y romanos, así como lógica, retórica, física, música, aritmética, geometría, arquitectura, historia y derecho. Escribió un tratado de música, hoy perdido, titulado El Caracol, e incluso recetarios cocina (llegó a inventar una receta de mole).

Dice Octavio Paz acerca de la pasión de Sor Juana por el conocimiento: “por saber designa no sólo a las ciencias y a la filosofía sino a lo que en aquella época se llamaba letras humanas y que abarca en primer término a las literaturas clásicas.”

Era de carácter afable y se ganó el afecto de sus hermanas de religión. Aunque no podía escapar del todo de la convivencia en el convento, se impuso la disciplina de “no entrar en celda alguna si no me obligase a ello la obediencia o la caridad” para no robar tiempo al estudio, tomando de vez en cuando un día, a fin de que no la tomaran por “áspera, retirada e ingrata al no merecido cariño de mis carísimas hermanas”. Atendió diligentemente sus obligaciones y entre los muros del convento floreció su obra. Fue ampliamente reconocida como escritora, aunque ella misma declaró en su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, que siempre escribió por encargo.

La obra de Sor Juana, que fue muy extensa, circuló inicialmente de forma manuscrita. Pero pronto se publicaron en España los tres tomos de sus obras completas, el primero con la ayuda de la marquesa de La Laguna y éste y el siguiente en vida de la autora, cosa que no era común en la época. Eso hizo que su obra fuese conocida rápidamente en la península y que fueran representadas sus obras teatrales. El título de su primera publicación revela el prestigio y respeto inspirado por sor Juana: Inundación Castálida de la única poetisa, Musa Décima, sóror Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa en el monasterio de san Jerónimo en la imperial ciudad de México, que en varios metros, idiomas y estilos fertiliza varios asuntos con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos, para enseñanza, recreo y admiración.

Su obra literaria abarca los tres géneros literarios de Poesía, Teatro y Prosa, género que la poetisa siente ajeno a su expresión, al contrario del verso, que le parece tan connatural a ella como el acto de hablar. Así lo declara con cierta pedantería en la Respuesta: «Pues si vuelvo los ojos a la tan perseguida habilidad de hacer versos que en mí es tan natural, que aún me violento para que esta carta no lo sea» (O. C., IV, p. 469). Aunque cuantitativamente lo que más cultiva es el teatro, la poesía es lo que la hace ser más conocida y reconocida, aparte de las polémicas suscitadas por su Carta Atenagórica y La Respuesta como veremos más adelante. Pero es interesante efectuar un repaso general de su obra en prosa y en teatro, antes de profundizar en su poesía.

Pero antes hemos de recalcar que esta dedicación al conocimiento en general y a la literatura en particular lo hará con una pasión y una competencia realmente asombrosas, así, por ejemplo, Sor Juana escribirá poesía en todos los principales metros de la época, redondillas, sonetos, empleará todos los recursos literarios propios de Barroco, contrastes, retruécanos, hipérbaton, teatro tanto religioso y como profano.

La crítica ha dicho de ella que representa la culminación de la literatura barroca mediante una síntesis de lo mejor del culteranismo y también del conceptismo Sor Juana Inés de la Cruz compuso gran variedad de obras teatrales.

La crítica divide estas obras en cuatro géneros: Festejos a lo humano, Festejos a lo sacro, Loas y Villancicos. En el primer grupo tres comedias: La segunda Celestina, en colaboración con Agustín de Salazar y Torres. Los empeños de una casa (inspirada en Los empeños de un acaso de Calderón) en la que se invierten los modelos habituales de la época; ya que la protagonista escoge a su marido, lo describe tal como lo haría un hombre de una mujer, y un criado se disfraza de mujer (no la inversa como era habitual). Ha sido considerada, a menudo, como la cumbre de su obra dramática. El manejo de la intriga, la representación del complicado sistema de relaciones conyugales y las vicisitudes de la vida urbana la convierten en una obra poco común dentro del teatro de la Hispanoamérica colonial.

Por último, Amor es más laberinto, sobre el mito de Teseo y el Laberinto de Creta, en colaboración con Juan de Guevara, que es una refundición de El laberinto de Creta de Lope y se trata de una comedia galante, ingeniosa y chispeante que se estrenó para festejar el cumpleaños del virrey Conde de Galve.

Respecto a los Festejos sacros, escribió tres autos sacramentales: El divino Narciso; El mártir del sacramento, san Hermenegildo y El cetro de José. El primero es el más conocido, original y completo. A modo de alegoría mítica, representa la culminación de la tradición del auto sacramental, llevada a su punto más alto por Calderón de la Barca, de quien Sor Juana toma la mayoría de los elementos de su obra. Llama la atención la inclusión en la obra del tema de la conquista de América y de tradiciones de los pueblos nativos del continente, como un rito azteca en honor a Huitzilopochtli, para introducir la veneración de la Eucaristía y ligar las creencias precolombinas con el catolicismo hispánico. En El cetro de José también se sirve de la América precolombina para relatar una historia con tintes bíblicos.

Según Villarrutia, aunque no se traten de obras de primer orden son interesantes para la época y muestran influencias calderonianas. Y Octavio Paz señala, que no es indigna frente a los autos de Calderón.

En cuanto a los Villancicos, se mencionan 12 originales y 10 atribuibles, escritos entre 1676 y 1692. Estas obras gozaron de un general aplauso de la crítica y en ellas domina la sencillez y el tono popular, pero sin hacer concesiones a la vulgaridad. Estas composiciones tuvieron un gran éxito por lo que recibió numerosos encargos.

Y por último, en cuanto a Loas recoge 18: Éstas tenían entidad propia (aunque formasen parte de Comedias o Autos sacramentales) y eran obras de tono culto que incluían alabanzas a los personajes homenajeados y solían ser representadas en palacio. Según indica González Boixo son excesivamente aduladoras y artificiosas, como lo eran todas esas composiciones en el siglo XVII, lo que las hace desfasadas del gusto literario actual.

Hemos visto cómo dedicó su vida al estudio, derecho que reivindicó como mujer frente a las persecuciones en las que, por este motivo, se vio envuelta: su verdadera vocación no fue religiosa, sino intelectual.

Sin embargo, Sor Juana estará muy pronto en el ojo del huracán de la vigilancia religiosa y como consecuencia también se va a producir el episodio más desagradable de su vida, escrito en prosa y de forma autobiográfica: es la carta Atenagórica. Fue un escrito muy arriesgado que ella pretendía que circulara solo entre los más íntimos, entre sus hermanas en el convento y entre sus amigos intelectuales, porque era un texto problemático en él que Sor Juana se permitía establecer una acción clara de hybris, es decir, un acto de arrogancia rebatiendo las ideas del predicador más importante del momento, el padre portugués Antonio Vieira, con quien discrepa abiertamente, pues la carta Atenagórica -que, como decimos, pretendía Sor Juana permaneciese en el ámbito de lo privado, de lo íntimo exclusivamente- es publicada contra su voluntad por el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo de ‘Sor Filotea’, quien le escribió una carta recriminándole un pretendido abandono de la literatura religiosa y por su afecto a las letras profanas. ‘Mucho tiempo ha gastado Vuesa md. en el estudio de filósofos y poetas; ya será razón que se perfeccionen los empleos y que se mejoren los libros’. Claramente, esto fue una reprobación de un superior.

En 1691 Juana responde al obispo (Sor Filotea de la Cruz) en ese documento autobiográfico, un texto que se puede considerar como una declaración de su vocación, y, a su vez, es una confesión espiritual; pero también es una biografía intelectual de mucho calado. Se trata de una argumentación que combina humildad y audacia, “con la verdad y claridad que en mí siempre es natural y costumbre”.

La escritora, en Respuesta a sor Filotea, defendía su labor intelectual y hacía una defensa del acceso de las mujeres al conocimiento y al estudio.

Para ello, mediante un relato autobiográfico mostraba los obstáculos que ella misma debió sortear para entregarse a su amor por el conocimiento, sus deseos de ir a la Universidad, así como su rechazo al matrimonio: “Yo confiesso que me hallo muy distante de los términos de la sabiduría y que la he deseado seguir, aunque a longe. Pero todo ha sido acercarme más al fuego de la persecución, al crisol del tormento, y ha sido con tal extremo, que han llegado a solicitar que se me prohíba el estudio. Una vez lo consiguieron con una Prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de Inquisición y me mandó que no estudiasse”.

Además, defendía su causa aportando numerosos ejemplos del tipo de materias imprescindibles para alcanzar ese conocimiento, incluyendo las religiosas: “Es no sólo lícito pero utilísimo y necessario a las mugeres el estudio de las Sagradas Letras”.

Veamos la imagen de su quehacer mental, por medio de sus propias palabras, a través de esta autobiográfica de inestimable valor, la carta Atenagórica y la respuesta de sor Filotea de la Cruz:

Yo no estudio para escribir, ni menos para enseñar (que fuera en mí desmedida soberbia), sino sólo por ver si con estudiar ignoro menos. Así lo respondo y así lo siento”.

Desde niña, “podía conmigo más el deseo de saber que el de comer”.

De joven, “…el pelo crecía aprisa y yo aprendía despacio y con efecto le cortaba […] que no me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias, que era más apetecible adorno”.

“Entréme religiosa, porque […] para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación […] querer vivir sola […] no querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros”.

“Pensé que huía de mí misma, pero ¡miserable de mí!, trájeme [al convento] a mí conmigo y traje mi mayor enemigo [el deseo de estudiar] en esta inclinación, que no sé determinar si por prenda o castigo me dio el Cielo, pues de apagarse o embarazarse con tanto ejercicio que la religión tiene, reventaba como pólvora, y se verificaba en mí el privatio est causa appetitus [la privación es causa de apetito]”.

“Bien dijo Lupercio Leonardo: Que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.(…).”

El contexto en que vivió Sor Juana era adverso, y mucho más para la mujer, a pesar de que en 1600 había comenzado una revolución en las mentes occidentales con el inicio de ‘la Era de la Ciencia’, la Nueva España se negaba a cambiar. El velo medieval, desgarrado por Kepler y Galileo, era zurcido sin descanso por el clero novohispano.

Como muy bien apunta Jesús G.Maestro la envidia es la forma más siniestra de admiración, y ella fue envidiada por todos, por ellas y ellos.

En relación con la poesía, hay que subrayar que Sor Juana ocupa en el campo de la lírica el lugar más destacado del periodo final del Barroco hispano y destaca por una deslumbrante belleza sonora, ingenio refinado y profundidad filosófica. Heredera de una cultura que había llegado a su apogeo, supo transmitir lo mejor de las corrientes poéticas de su época: la brillantez culterana de sus versos gongorinos junto al ingenio conceptista de Quevedo y Calderón. En la poesía de la Décima Musa se muestra el contenido del barroco como movimiento cultural y movimiento artístico de la época tanto de España como de la Nueva España. Su obra poética catalogada por Octavio Paz como un producto artístico que nació inspirado en la belleza misma del objeto poético que en este caso es la mujer. Sin embargo, hay críticos que van más allá y aseguran que a través de sus versos Sor Juana tenía la intención transgresora de afirmar su identidad femenina frente a un mundo de hombres.

La poesía profana de Sor Juana, que representa la mitad de su producción, se puede clasificar en amatoria, religiosa, laudatoria, filosófica, satírica y también científica. Por el contrario, solo compuso dieciséis poemas religiosos durante su vida, lo que muestra el poco interés que la monja tenía por cuestiones religiosas. Pero es Primero sueño, publicado en 1692, su poema más importante y la única obra que escribió por gusto. También es el más largo de sus poemas con sus 975 versos. Su fuente estilística son las obras de Góngora, principalmente las Soledades, de donde toma el lenguaje con que está escrito. Ha sido considerado un poema único en la lírica castellana del Siglo de Oro, puesto que hermana poesía y pensamiento en sus expresiones más complejas, sutiles, filosóficas e incluso místicas, algo no frecuente en su tiempo.

De Primero sueño, ejemplo de la lírica de amor y desamor, destacamos el soneto “al que ingrato me deja busco amante”. Se trata de una antítesis dónde se van a oponer los verbos dejar, seguir, adorar, maltratar y también los sustantivos como ingrato frente amante, notamos también el ritmo que tiene este soneto, sobre todo por la palabra amante que se va a repetir en diamante y triunfante, esto que parecería cacofonía no lo es, es simplemente la forma y el contenido que Sor Juana nos da para que encontremos ese trato de amor como un diamante, como una piedra muy fuerte que mata pero qué es lo más importante del soneto, puesto que hay una especie de yo adoro pero no me quieren y aquel que me adora yo no lo quiero. Este triángulo proviene de la comedia de enredo que también podemos ver en Los empeños de una casa y, finalmente, en los epigramas latinos que también trataban la cuestión del amor.

 

Al que ingrato me deja, busco amante;

al que amante me sigue, dejo ingrata;

constante adoro a quien mi amor maltrata,

maltrato a quien mi amor busca constante.

 

Al que trato de amor, hallo diamante,

y soy diamante al que de amor me trata,

triunfante quiero ver al que me mata

y mato al que me quiere ver triunfante.

 

Si a éste pago, padece mi deseo;

si ruego a aquél, mi pundonor enojo;

de entrambos modos infeliz me veo.

 

Pero yo, por mejor partido, escojo;

de quien no quiero, ser violento empleo;

que, de quien no me quiere, vil despojo.

 

En relación con la poesía filosófica hemos escogido el soneto “En perseguirme, mundo, qué interesas”. La estrofa cumple con el canon del barroco pues recoge temas típicos como el amor, el tiempo, la apariencia, el uso del hipérbaton, de los contrastes y antítesis. Y, sobre todo, su afán y pasión por el conocimiento:

El soneto comienza con una personificación o prosopopeya del Mundo, poniéndolo con mayúsculas para representar el agobio social que la persigue, que le repite a cada paso qué se espera de ella. Pero, el retruécano del final del primer cuarteto señala precisamente cuales son los intereses de Sor Juana: cultivar y enriquecer el intelecto y no su belleza física. Destaca también su rechazo por aquellas cosas superficiales tan valoradas en su época y aún en la actualidad, además reafirma su inteligencia pues el juego de palabras demuestra su capacidad mental y la riqueza que habita en su pensamiento, así, no sólo lo dice, además lo demuestra y lo señala.

El terceto primero apunta que, para ella, la belleza es efímera y esporádica y que más tarde será “despojo civil de las edades''. Despojo, pues, es un residuo que se puede perder o que no pertenece a nadie. En lo que respecta a civil, se refiere concretamente a una norma social que no es natural sino impuesta. Civil entonces es sinónimo de artificial; de las edades porque con el tiempo todo se acaba. Otra vez vuelve la idea de que la riqueza es falsa, superficial y lo enfatiza con el “fementida”. El calambur de fementida puede leerse “fe mentida”, y reitera la idea de que la riqueza puede causar fe, pero esa fe miente.

 

¿En perseguirme, mundo, qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento

y no mi entendimiento en las bellezas?

 

Yo no estimo tesoros ni riquezas,

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento

que no mi entendimiento en las riquezas.

 

Yo no estimo hermosura que vencida

es despojo civil de las edades

ni riqueza me agrada fementida,

 

teniendo por mejor en mis verdades

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades.

 

Es un hecho que Sor Juana reflexiona acerca de los temas propios del barroco, y muestra un especial interés hacia el paso del tiempo. Este es uno de los grandes tópicos del barroco, todo lo material es aparente, es pasajero, es caduco, como la fama, la gloria o la belleza que destruye el tiempo.

Por último, comentaremos uno de los poemas más famosos, aunque no por ello menos importante. Se trata del poema filosófico-satírico “Hombres necios que acusáis: en el que Sor Juana plantea que los hombres ocasionan el comportamiento sexual femenino que ellos mismos luego censuran.

La sátira es un subgénero que viene desde la antigüedad clásica y que tiene por finalidad la crítica, o la censura mediante diversos argumentos.

El poema aborda el tema del trato desigual de la mujer por parte de los hombres y de la sociedad. Está compuesto por 16 estrofas de tipo redondilla. En él se anuncian cuestiones relacionadas con la actitud injuriosa y contradictoria de los hombres hacia las mujeres, también a la doble moral de los mismos y de la sociedad de la época.

El poema comienza sentenciando al hombre, al cual se dirige. La voz poética, en este caso sería una mujer, toma una postura crítica hacia la forma en que el hombre actúa de manera hipócrita, egoísta e impulsiva hacia la mujer. Pero, ¿cuál es la razón?

Veamos, esta postura crítica de Sor Juana Inés de la Cruz emerge en un mundo desigual y patriarcal. En el siglo XVII, esta religiosa defiende la figura femenina y su valor. Este poema parece ser una llamada de atención al trato y lugar que los hombres daban a las mujeres de su época.

En cada uno de los versos se pone en evidencia la actitud injuriosa y difamatoria del género masculino hacia el femenino, así como todos los defectos que los hombres poseen, los cuales utilizan para calumniar a las mujeres.

Resulta muy curioso que sea una monja quien habla de estos temas profanos, aunque esté enclaustrada tiene conciencia de estas relaciones que se establecen entre los hombres y las mujeres en una sociedad tan desigual para ellas.

Los califica de hombres necios, es decir faltos de sentido porque desean una mujer ideal, pero la quieren conquistar, aunque más que de conquista deberíamos hablar de seducción para lograr poseerlas.

 

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

 

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

 

Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

 

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

 

Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia.


¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

 

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

 

Opinión, ninguna gana;

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.

 

Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por crüel

y otra por fácil culpáis.

 

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende

si la que es ingrata, ofende,

y la que es fácil, enfada?

 

Mas, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejáos en hora buena.

 

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

 

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

 

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?

 

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

 

Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

 

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

 

Y para finalizar y a modo de conclusión señalar lo que supuso la pasión por el conocimiento para sor Juana, esa curiosidad intelectual condenada por los Padres de la Iglesia y por los teólogos desde San Agustín a Calvino y, que sin embargo, fue rehabilitada gracias al trabajo del pensador inglés Francis Bacon, el padre del experimentalismo inglés para quién en algún momento la totalidad del conocimiento puede hacer las funciones como una forma mental de patria, como el territorio nutricio. De este modo, el lema que Francis Bacon adoptaría, Plus Ultra, podría ser perfectamente suscrito por la propia Sor Juana Inés de la Cruz para cuyo afán de saber no había fronteras impuestas en ningún caso ni siquiera a veces por la propia naturaleza.







No hay comentarios:

Publicar un comentario